sábado, 28 de junio de 2008

PROSTATITIS E IMPOTENCIA

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En medicina homeopática, la prostatitis correspondería a una diátesis sicósica o productiva dentro de un terreno marcado por la huella dejada a través de generaciones por la blenorragia o gonococcia, que es la causa más extendida hoy en día.

Sin embargo, no hay que olvidar que ---aunque más raramente--- se da a consecuencia de caídas, golpes o enfriamientos, con lo que obviamente se saldría del contexto "terreno humano enfermo" que es el objetivo primordial de este trabajo. No obstante ---y a título meramente informativo--- los traumatismos prostáticos, vesicales o uretrales, clásicamente, han sido tratados con un remedio bien conocido: Arnica montana.

Aunque la infección se realiza a veces por vía linfática o circulatoria, generalmente se establece por la uretral y sucede ya a uretritis gonocócicas, a estrecheces de la uretra o hipertrofias prostática. En el concepto anatomopatológico se distingue la prostatitis parenquimatosa que afecta el estroma del órgano, y la catarral, que se localiza en las glándulas uretrales de vecindad. Clásicamente se reconocen tres formas: la prostatitis aguda, el absceso prostático y la prostatitis crónica.

La prostatitis aguda se subdivide en otras formas, como son la sobreaguda, la aguda propiamente dicha y la subaguda.

La forma sobreaguda, a la que llamamos también flemón difuso periprostático, aparece con los caracteres de un flemón pelviano con síntomas generales graves. La forma aguda clásica se declara lentamente o de un modo brusco con retención urinaria, dolor anal y peniano, acostándose el enfermo en decúbito lateral y evitando todo movimiento. La micción es dolorosa, acompañándose de tenesmo y disuria. La defecación es penosa y el cateterismo uretral provoca grandes dolores. El tacto rectal descubre una próstata aumentada total o parcialmente de volumen, renitente (1) y sensible. El enfermo presenta temperatura de 38 a 39o con lengua seca y saburral y escalofríos.

La prostatitis subaguda es de evolución latente y silenciosa aquejando el paciente dolor perineal y retención urinaria. El tacto rectal descubre una próstata grande, dura y consistente pero no dolorosa. La prostatitis aguda puede terminar en pocos días por resolución explicándose tales casos por una supuración glandular con desagüe uretral. Cuando sobreviene la supuración se reconoce por adquirir mayor volumen la glándula y cambiar su consistencia haciéndose blanda y depresible.

La prostatitis crónica es consecutiva a la prostatitis aguda o aparece insidiosamente y es aséptica o séptica. Se relaciona con procesos de vecindad (cistitis, pielonefritis, uretritis) recientes o antiguos y también con causas más lejanas (estreñimiento crónico).

Los síntomas de la prostatitis crónica son de origen general más bien que local, ofreciendo el cuadro de una neurastenia con síndrome obsesionante. Suele manifestar astenia, debilidad muscular, insomnio e ideas fijas tocante al mal. Una de las más comunes es la gota matutina atribuida por el enfermo a pérdidas seminales o flujos blenorrágicos. Presenta desórdenes de la micción (chorro lento, débil, retención) y de las funciones genitales (erección incompleta, eyaculación precoz). Algunas veces se observa albuminuria debida a las secreciones prostáticas que pasan a la orina. La próstata se descubre claramente al tacto y generalmente no está aumentada de volumen, ofreciéndose ya depresible, ya indurada. El líquido prostático aparece modificado, siendo denso, alcalino y de olor espermático, dejando manchas amarillas que acartonan la ropa. Contiene gran número de células epiteliales y leucocitos y a veces una gran cantidad de lecitina.

Los glóbulos polinucleares se asocian a los mononucleares y a los microbios que son los de la prostatitis aguda. La orina aparece ya filamentosa, ya grumosa, ya opalina y de aspecto jabonoso.

El curso y terminaciones de la prostatitis crónica son variables: puede transformarse y hacerse aséptica pero las reinfecciones son frecuentes por causas ocasionales (coito, indigestión, infección general). Otras veces surgen complicaciones de vecindad, como epididimitis, uretritis, retención de orina. Al final, puede acabar por hipertrofia de la próstata con persistencia del síndrome apuntado.

Con el fin de no cansar al lector, voy a ceñirme a las patogenesias de los remedios más representativos de este Terreno:

"PULSATILLA: Deseos frecuentes de orinar, agravación por estar acostado, estos deseos son casi ineficaces, orina quemante. Dolores vesicales después de haber pasado un catarro. Escurrimiento uretral espeso y amarillo, no irritante.

MEDORRHINUM (diátesis sicósica): Estados crónicos en relación con una blenorragia antigua, adquirida o hereditaria; se manifiesta por trastornos nerviosos psíquicos o sensoriales o de alteraciones profundas, orgánicas, medulares, genitales o cutáneas.

THUYA (diátesis sicósica): Sensación de que la orina escurre gota a gota en la uretra. Micciones intermitentes que impiden el vaciado completo de la vejiga. Nicturia. Dolores vivos, cortantes, después de la micción con deseos frecuentes de orinar. Orina oscura y de olor penetrante. Escurrimiento uretral crónico, poco abundante, amarillo y pegajoso. Excreciones rojizas en la cara interna del prepucio (condiloma). Balanitis, prostatitis."

Un tratamiento práctico, generalizado y eficaz, podría ser:

MEDORRHINUM 15 CH: Disolver en la boca 4 gránulos, media hora antes del desayuno.

THUYA 15 CH: Disolver en la boca 4 gránulos, al acostarse (al menos dos horas después de la cena)

Durante el día:


CONIUM 15 CH: Tomar 4 gránulos a media mañana y a media tarde.

Una vez que el paciente se encuentre restablecido o al menos asintomático, continuar con el mismo tratamiento durante una semana más y al término de ésta, prescribir solamente THUYA 200 CH: 4 gránulos al acostarse, dos veces por semana (por ej., lunes y jueves). La exploración y pruebas por parte del especialista, marcará el fin del tratamiento que, seguramente, tendrá un final feliz.
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